Ayer, día 20 de febrero, la publicación de CATHEDRAL se hizo efectiva. Ciertamente, aún tardará unos días en llegar a las librerías; pero lo importante es la consumación del largo proceso que comenzó hace ya siete años, con el esbozo de un relato que indagaba en los límites de lo humano. Ahora, arropada por el apoyo y el trabajo de muchas personas que han participado directamente e indirectamente en este proyecto, CATHEDRAL despega hacia la inmensidad del universo.
Desde ayer yo he dejado de ser su dueño. Ahora soy únicamente un lector más, pues, como temía Platón y bien señalaba Barthes, la muerte del autor (o de la autora) genera la libertad del lector (y de la lectora). Una vez que el texto se encuentra con el público, el autor (o la autora) deja de ser su dueño para convertirse en una mera firma, en una figura lejana y nebulosa, en una recóndita leyenda; en definitiva, en un lector (o lectora) más.
Ayer CATHEDRAL fue liberada de la esclavitud de su autor y ya es libre para ser dominada y dominadora de sus lectores y lectoras. Su interpretación, sus sentidos (porque es evidente que no está sujeta a un sentido único, sino a tantos como lecturas sufra) están en las manos y en las mentes de quienes descifren sus caracteres y sus misterios. Sin embargo, más allá de los sentidos, más allá de las lecturas posibles, más allá de su autor, se encuentra el verdadero motor de lo literario. Éste no es otro que, y me permito retornar a Barthes, el placer del texto.
Así pues, les deseo que disfruten de esa trama de significados que comencé hace siete años, de ese puzle enigmático que es CATHEDRAL. Todo lo demás, desde mi humilde opinión de lector (antes que autor), resulta accesorio.
CATHEDRAL viaja hacia el futuro...
Cobije en su interior mi agradecimiento por todas aquellas personas que imperceptiblemente lo han hecho posible.
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